miércoles, 16 de marzo de 2022

El gran Ñato Machin.

Cuando nos referimos a amor por una camiseta determinada este es un caso emblemático.

Aureliano Jose Gomeza , alias Machin, alias El Ñato, es el personaje en cuestión.

Llegó al club en el año 1912, cuatro años después de que ascendiéramos a Primera, y comenzó a jugar en las inferiores, más precisamente en tercera. Le decían Ñato “porque su nariz reclama dos pañuelos”, escribió un periodista prestigioso “Borocotó”, aunque más le decían Machín.

En River fue todo, desde arquero en inferiores, masajista , ayudante , consejero , psicólogo y "padre" de los jugadores de la Primera.

El ñato, en una foto histórica como arquero de River en 1912


Una foto de 1916 lo muestra formado junto a los futbolistas que le ganaron 2—1 a Boca: son 11 deportistas y Machín de pie, con polera, saco, flor en el ojal y mirada solemne hacia la posteridad, como el doceavo jugador o el primer hincha. 
(1916-12-10) PRIMERA BOCA JUNIORS AVELLANEDA 2-1 Pedro Calneggia, Herberto  Simmons, Cándido García, Atilio Peruzzi, Carlos Isola, Arturo Chiappe, Roberto Fraga Pratao, Armando Risso, Pablo Cipresini, Antonio Ameal Pereyra, Francisco Taggino.

Era tan protagonista que tuvo su propia figurita en Dolar, la colección más importante de un tiempo en el que los que acompañamos desde afuera comenzábamos a ser el tercer ojo del equipo.
1925-figurita-cigarrillos-dolar-serie-2a-243-River_Plate_Machin

Gomeza continuó jugando al football en la Tercera pero era mejor amigo e hincha que deportista. “Yo era el más flojo de todos, ni con la nariz paraba a los rivales”, le diría a Borocotó, pero un día consiguió su sueño, el nuestro: el del hincha que juega en la Primera de River. Ocurrió a finales de la década del 10, justo antes de que el fútbol se despidiera de las informalidades: si faltaba algún futbolista, o si el partido no era tan importante, pertenecer a la barra de amigos significaba un privilegio. Gomeza jugó una única vez en Primera, en un amistoso contra Estudiantil Porteño el 15 agosto de 1919, un partido intrascendente —en medio de la temporada, un día de semana— que perdimos 4—0. Como todavía no había entrenadores que se ocuparan de armar los equipos, es tentador suponer que Gomeza fue elegido por sus compañeros en reconocimiento a su lealtad. Machín no volvió a jugar en Primera pero no se deprimió: si no podría formar parte del equipo desde adentro, seguiría desde afuera. Fue una decisión que lo diferenciaría del resto: si en la historia de River hay más de 1.700 futbolistas que jugaron al menos un partido en Primera, el hincha que dejó la huella inicial fue Machín.

15 de agosto de 1919
Partido: Amistoso
Cancha: Recoleta.
Estudiantil Porteño: 4
River Plate: 0
Goles Estudiantil Porteño: 5´ Domínguez, 28´ R. Taramaso (e/c), 29´ Mujica, 65´ Carricaberry.
Formación Estudiantil Porteño: Conte, Barreto, Moglia, J. Mujica, Romero, Martínez, Carricaberry, C. Mujica, Domínguez, Sánchez, Coppola.
Formación River Plate: Aureliano Gomesa, Roberto Taramasso, Aureliano Gomesa, Angel Macchi, Fernando Roldan, Juan B. Crotti, Messina, Dante Santiago Pertini, Victorio Bonadeo, Hector Rivas, Lazaro Amores.
Arbitro: J. Rithner.
Incidencias: a los 80´ Conte (EP) le atajo un penal a Fernando Roldan (RP).

Nuestro padre de las tribunas pasó a jugar para los veteranos. “En un partido de Segunda me hicieron un gol desde 50 metros –dijo a la revista River en 1962, riéndose de sí mismo—. El ‘mudo’ Choperena (Pedro, figura de River en los años 20, que efectivamente era sordomudo) me dijo en su lenguaje, que yo captaba bien, ‘¿no viste la pelota por la nariz?’”. Machín era tan querido que Porteño pretendió incorporarlo pero nuestros jugadores lo amenazaron con el genóves que se hablaba en La Boca: “Nus ta naguen que amasen”, es decir “si te vas a otro club, te mato”, le dijo Arturo Chiappe, capitán del amateurismo.

El Ñato no se iría nunca y, cuando el fútbol se profesionalizó en 1931, pasó a ser el masajista de Primera. Empezó como un “lavapatas” y aprendió a masajear piernas y a reacondicionar músculos de futbolistas agotados, pero sobre todo se ganó su confianza. Fue el confidente y consejero de las primeras estrellas.
—Cuando el Charro Moreno llegaba del baile a escondidas, Machín lo protegía— cuenta el periodista Gustavo Cardone en su libro La Tricolor.
Los periodistas deportivos y los hinchas solemos hablar del “verde césped” —en referencia al campo de juego— y “el manto sagrado” —por la banda que cruza nuestra camiseta— como dos frases matriculadas por Angel Amadeo Labruna pero Angelito se las había copiado a Gomeza.

Machín aparece en varias fotos de las décadas siguientes: es fácil reconocerlo por su nariz y por su buzo con la letra M, de masajista. A veces posando junto al equipo, como en el debut de Adolfo Pedernera, en nuestra cancha de Palermo en 1935, próximos a partir al Monumental. Otras, festejando títulos. Uno de los momentos más lisérgicos de la historia de River, la primera de las tres vueltas olímpicas que dimos en la Bombonera, en 1942, lo tiene como protagonista: acabábamos de salir campeones después de empatar 2—2 un partido que perdíamos 2—0 y los jugadores, en vez de elegir a Pedernera como el centro de los festejos –el autor de los dos goles—, lo levantaron en andas a él.
—Cuando me hablaron de psicólogos para jugadores, yo recordé al mejor psicólogo que tuvimos en mis mejores años de jugador, aquel inolvidable Machín, a cuyo alrededor teníamos espíritu y mística— lo definió Carlos Peucelle, el delantero por el que recibimos el apodo de Millonarios en la década del 30.

1942 la vuelta en la boca el Ñato en andas.

1967 Homenaje a Machin, recibe una medalla del Presidente Llauro.

Machín tendría hasta su muerte, en 1968, una jubilación soñada: fue el encargado de la concentración, en el primer piso del Monumental. De sus cosas fuera del club trascendió muy poco, salvo que vivía en el Bajo Belgrano con su hermana Pilar y que en sus últimos años regaló la guitarra que había usado para animar a los jugadores en cientos de noches previas a partidos de River. 

Fallecimiento y homenaje revista River.

La muerte lo sorprendió en 1968, un sábado en la previa a un clásico en la bombonera, su salud había menguado pero seguía en su casa. Ese 6 de abril, el pueblo millonario se conmovía hasta las lágrimas cuando se anunció  su fallecimiento. El acompañamiento fue multitudinario desde los jugadores de la primera hasta los más chicos, los viejos cracks , todos.

El privilegiado fue el hijo de un matrimonio de amigos del barrio al que Machín invitaba tan seguido al club, al vestuario y a los partidos, que terminó haciéndose de River a pesar de que su padre era de Platense. Ese chico con inclinaciones artísticas se llamaba Luis Alberto Spinetta, el artista más influyente del rock argentino, que comenzó a componer con la guitarra criolla de 1923 que recibió de Machín, nuestro simbólico primer hincha, el que lideró el camino de los futuros millones. Somos las semillas y los epígonos de Machín.
Extracto del Libro de Luis Spinetta.

Seguramente a través del paso del tiempo nos enteraremos que estuvo en el Combate de San Lorenzo o que acompaño al General San Martin al cruzar los andes…y su figura se ira acrecentándose.

Agradecimientos: 
Extracto de “Nuestro viaje, 85 horas de caravana para ver a River”
CASOSYCOSASRIVERPLATENSES
Revista River
Revista El Grafico
















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