Siguiendo con su costumbre se modifico mínimamente el plantel. Llegaron dos jugadores desequilibrantes en el ataque: la vuelta del alemán Alfredo Di Stefano desde Huracán y el wing Hugo Reyes venido de Racing Club.
También llegaron dos volantes de menos renombre que fueron Francisco Rodríguez de Atlanta y Juan Alberto Stefanoni de Nueva Chicago.
A fines de la temporada anterior se fue un jugador de época: el maestro Adolfo Pedernera a un revolucionado Atlanta, junto a Aristóbulo Deambrossi, Egidio Corvalan y al arquero peruano José Eusebio Soriano.
Alberto gallo paso a Racing Club, el colorado Manuel Giudice paso a Platense, José Osvaldo Curti se fue al club italiano Sampdoria.
Tapa 27 de junio de 1947 |
River arranco el certamen a paso firme goleando a Lanus y Platense, luego vinieron tres fechas sin triunfos y a partir de ahí hilvano seis victoria seguidas que dieron una real idea para que estaba ese año el equipo.
A partir de allí River Plate volvió a arrasar, con seis puntos de ventaja sobre Boca, con la vuelta del Charro Moreno, y con la velocidad imparable del "alemán" Alfredo Di Stéfano adelante, otra vez una delantera de 90 goles. Se iba al descenso Atlanta, con un equipo de super-estrellas, sin motivación ni plan de juego, que empezó para campeón y terminó en la "B".
Fue un torneo muy especial, por el ambiente de intromisión que reinaba ante la sangría intentada y lograda por la liga independiente de Colombia que se llevaba las figuras sin pagar los pases; los puestos en la delantera fueron ocupados por Hugo Reyes (por Muñoz en la punta) y por Alfredo Di Stéfano (por Pedernera en el centro).
El equipo se hizo menos estético y brillante, pero mucho más veloz y punzante. Se convirtieron 90 goles récord en la década del '40; Ángel Labruna faltó medio campeonato por culpa de una hepatitis aguda y lo reemplazó Luis Ferreyra, un siempre listo que jugó más de 100 partidos durante la vida de la máquina del '40.
Juan Carlos Muñoz jugo poco y nada por una seria lesión que sufrió jugando por la Selección Argentina.
River fue campeón con 6 puntos de ventaja sobre Boca, mejor delantera, mejor defensa, récord de puntos (48 en 30 partidos), récord de partidos ganados (22 sobre 30), jugando con Reyes, Moreno, Di Stéfano, Ferreyra y Loustau.
También fue campeón de Copa Ricardo Aldao ganándole los dos partidos a Nacional (Uruguay).
River comienza el año disputando la Copa del Atlántico junto a los uruguayos Peñarol y Nacional (finalmente campeón), los brasileños Flamengo y Palmeiras y Boca Juniors. Todos los encuentros se jugaron en el estadio Centenario de Montevideo.
Fecha: 18/01/1947.
Partido: Copa del Atlántico.
Cancha: Montevideo.
Peñarol (Uruguay): 2
River Plate: 0
Goles Peñarol: 62´ Ortiz y 70´ Juan Schiafino.
Formación Peñarol: Máspoli; Lorenzi, Sanguinetti; González, Obdulio Varela, Prais; Ortíz, Buergueno, R Schiafino, J Schiafino y Vidal.
Formación River: José Eusebio Soriano, Norberto Yacono , Ricardo Vaghi , José Ramos , Manuel Ferreira , José Moreno, Néstor Rossi , Roberto Coll , Juan Carlos Muñoz (Alfredo Di Stefano) , Alfredo Di Stefano, (Joaquín Martínez) y Félix Loustau. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Bianchi (Uruguay).
Fecha: 30/01/1947.
Partido: Copa del Atlántico.
Cancha: Montevideo.
Vasco Da Gama: 1
River Plate: 1
Goles VdG: 50´ Frianca.
Goles River: 12´ Roberto Coll.
Formación VdG: Moacir Barbosa; Augusto da Costa, Rafanelli; Alfredo Ramos dos Santos, Danilo Faria Alvim, Jorge; Djalma Bezerra dos Santos, Albino Friaca (Manoel “Lelé” Pessanha), Néstor, Maneca Marinho Manoel Alves y Francisco "Chico" Aramburu. Entrenador: Flávio Costa
Formación River: José Soriano (Amadeo Carrizo); Ricardo Vaghi, Ferreyra; Norberto Yacono, Néstor Rossi, José Ramos; Juan Carlos Muñoz (Joaquín Martínez), José Manuel Moreno, Alfredo Di Stefano, Roberto Coll (Antonio Báez) y Félix Loustau. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Nobel Valentini (Uruguay).
Fecha: 04/02/1947.
Partido: Copa del Atlántico.
Cancha: Montevideo.
Palmeiras: 1
River Plate: 3
Goles Palmeiras: Joao Pinto.
Goles River: Alfredo Di Stefano, Roberto Coll, Antonio Baez.
Formación Palmeiras: Oberdan; Caleira (Oswaldo), Turcao; Lima Tulio, Fiume; Luis, Arthurzinho, Joao Pinto, Renato y Canhotinho.
Formación River: José Eusebio Soriano, Norberto Yacono , Ricardo Vaghi (Santiago Kelly) , Héctor Ferrari , Manuel Ferreira , Antonio Báez , Néstor Rossi (Manuel José Giudice) , Roberto Coll , Juan Carlos Muñoz , Alfredo Distefano, (Joaquín Martínez) y Félix Loustau. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Nobel Valentini (Uruguay).
Fecha: 06/02/1947.
Partido: Copa del Atlántico.
Cancha: Montevideo.
Nacional (Uruguay): 5
River Plate: 4
Goles Nacional: 2 Walter Gómez, Medina, Gambetta y Panasci.
Goles River: 2 Félix Loustau, Joaquín Martínez, Hugo Reyes.
Formación Nacional: Paz; Pini, Tejeda; Gambetta, Galvalizzi, Candale; Pardales, Walter Gómez, Medina, J García y Panasci.
Formación River: José Eusebio Soriano, Norberto Yacono, Ricardo Vaghi , José Ramos , Manuel Ferreira , José Moreno (Antonio Báez) , Néstor Rossi , Roberto Coll , Hugo Reyes , Joaquín Martínez (Alfredo Di Stefano) y Feliz Loustau. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Mario Vianna (Brasil).
Fecha: 09/02/1947
Partido: Amistoso.
Cancha: Monumental.
River Plate: 6
Palmeiras (Brasil): 0
Goles River: 4´ Baez, 6´ Coll, 33´ Alfredo Di Stefano, 48´ Joaquín Martínez, 78´ Hector Ferrari, 88´ Felix Loustau (TL).
Formación River: Amadeo Carrizo, Ricardo Vaghi, Santiago Kelly (Luis Antonio Ferreyra), Norberto Yacono, Néstor Rossi (Manuel Giudice), José Ramos(Héctor Ferrari), Juan Carlos Muñoz (Hugo Reyes), Antonio Báez (José Manuel Moreno), Alfredo Di Stefano, Roberto Coll (Joaquín Martínez), Félix Loustau. Entrenador: Jose Maria Minella..
Formación Palmeiras: Rodrigues, Caieira, Turcao, Og Moreira, Tulio, Fiume, Luiz , Arturzinho, Joao Pinto, Canotinho, Lima.
Formación Palmeiras: Rodrigues, Caieira, Turcao, Og Moreira, Tulio, Fiume, Luiz , Arturzinho, Joao Pinto, Canotinho, Lima.
Arbitro: Ricardo Riestra.
Publico: 40.000
Fuente: Correio da Manha Sao Paulo.
Publico: 40.000
Fuente: Correio da Manha Sao Paulo.
Tapa 05 de diciembre de 1947 |
En el mes de marzo River viaja a la ciudad de Mar del Plata a jugar dos partidos amistosos.
Fecha: 08/03/1947
Partido: Amistoso.
Cancha: Mar del Plata.
Liga Marplatense: 1
River Plate: 6
Fecha: 09/03/1947
Partido: Amistoso.
Cancha: Mar del Plata.
Liga Marplatense: 1
River Plate: 3
Fecha: 17/03/1947
Partido: Amistoso
Cancha: Córdoba
Talleres (Córdoba): 2
River Plate: 6
Goles: 12´ Silva y 22´ Donadio.
Goles River: 19´ Roberto Coll, 33´,39´ Hugo Reyes, 64´ Félix Loustau, 76´,87´ Alfredo Di Stefano.
Formacion Talleres (Córdoba): Giecco, Giunta, Rodriguez, Mendoza, Saldaño (Wellington), Delluchi, Silva, Salica (Grasso), Donadio, Gordillo y Gandino.
Formación River: Héctor Grisetti (Amadeo Carrizo), Ricardo Vaghi (Santiago Kelly), Eduardo Rodríguez, Norberto Yácono, Néstor Rossi (Vega), José Ramos (Héctor Ferrari), Hugo Reyes, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Roberto Coll y Félix Loustou (Joaquín Martínez).
Árbitro: P. Giambartolomé
*FUENTE: Diario La Prensa, lunes 17 de marzo de 1947 (Titulo: "River Plate 6 - Talleres (Cba.) 2").
Fecha: 08/03/1947
Partido: Amistoso.
Cancha: Mar del Plata.
Liga Marplatense: 1
River Plate: 6
Goles Combinado Marplatense: 20´ Sosa.
Goles River: 17´, 40´ Alfredo Di Stefano, 42´ José Manuel Moreno, 54´, 71´, 786´ Roberto Coll.
Formación Combinado Marplatense: Amatrain, Ponce, Lummi, Morea, Bonastre, Sasian, Lagomarsino, Palacios, Blanch, Varela, Sosa.
Formación River: Amadeo Carrizo, Ricardo Vaghi (46´ Santigo Kelly), Luis A. Ferreyra (46´ José Ramos), Norberto Yacono (ST Guillermo Fain), Néstor Rossi (ST Higinio Vázquez), José Ramos (46´ Héctor Ferrari), Juan Carlos Muñoz (46´ Hugo Reyes), Jose Moreno (46´ Antonio Báez), Alfredo Di Stefano (46´ Joaquín Martínez), Roberto Coll (ST Alfredo Di Stefano), Félix Loustau. Entrenador: Carlos Peucelle.
Arbitro: Edgardo Acciardi.
Partido: Amistoso.
Cancha: Mar del Plata.
Liga Marplatense: 1
River Plate: 3
Goles Combinado Marplatense: 12´ Blanch (p)
Goles River: 7´ Alfredo Di Stefano, 38´ Antonio Baez, 39´ Roberto Coll.
Formación Combinado Marplatense: Lolli, Garcia, Perrier, Morea, Suain, Reynoso, Lagomarsino, Gonzalez, Blanch, Varela, Sosa.
Formación River: Amadeo Carrizo, Norberto Yacono, Santiago Kelly, Héctor Ferrari, José Ramos, Antonio Báez (46 José Moreno), Néstor Rossi, Roberto Coll (70´ Antonio Baez), Juan Carlos Muñoz (46´ Hugo Reyes), Alfredo Di Stefano (46´ Joaquín Martinez) y Félix Loustau (75´ José Brígido Caamaño). Entrenador: Carlos Peucelle.
Arbitro: Edgardo Acciardi.
Partido: Amistoso
Cancha: Córdoba
Talleres (Córdoba): 2
River Plate: 6
Goles: 12´ Silva y 22´ Donadio.
Goles River: 19´ Roberto Coll, 33´,39´ Hugo Reyes, 64´ Félix Loustau, 76´,87´ Alfredo Di Stefano.
Formacion Talleres (Córdoba): Giecco, Giunta, Rodriguez, Mendoza, Saldaño (Wellington), Delluchi, Silva, Salica (Grasso), Donadio, Gordillo y Gandino.
Formación River: Héctor Grisetti (Amadeo Carrizo), Ricardo Vaghi (Santiago Kelly), Eduardo Rodríguez, Norberto Yácono, Néstor Rossi (Vega), José Ramos (Héctor Ferrari), Hugo Reyes, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Roberto Coll y Félix Loustou (Joaquín Martínez).
Árbitro: P. Giambartolomé
*FUENTE: Diario La Prensa, lunes 17 de marzo de 1947 (Titulo: "River Plate 6 - Talleres (Cba.) 2").
Tapa del 10 de octubre de 1947. |
19 de marzo de 1947
Partido: Amistoso
Cancha: Belgrano (Córdoba)
Belgrano (Córdoba): 4
River Plate: 5
Goles Belgrano (Córdoba): 19´ Lucero, 45´ Garcias, 85´ Lucero, 87´ Coria.
Goles River Plate: 21´ J. Moreno, 34´, 35´ A. Di Stefano, 42´ F. Loustau, 44´ Reyes.
Formación Belgrano (Córdoba): Fumero, Gilli, Garcia (Milesi), Altamirano, Britez, Cuello, Carrizo, Coria, Carballo (Garzo), Lucero, Paco Garcia.
Formación River Plate: Héctor Grisetti, Ricardo Vaghi, Luis A. Ferreyra (Eduardo Rodríguez), Norberto Yacono, Néstor Rossi (Guillermo Fain), Jose Ramos, Hugo Reyes, José Moreno, Alfredo Di Stefano, Roberto Coll (Joaquín Martínez), Félix Loustau (José Caamaño). Entrenador: Carlos Peucelle.
Arbitro: Vitaliano Gianbartolomei.
Partido: Amistoso
Cancha: Belgrano (Córdoba)
Belgrano (Córdoba): 4
River Plate: 5
Goles Belgrano (Córdoba): 19´ Lucero, 45´ Garcias, 85´ Lucero, 87´ Coria.
Goles River Plate: 21´ J. Moreno, 34´, 35´ A. Di Stefano, 42´ F. Loustau, 44´ Reyes.
Formación Belgrano (Córdoba): Fumero, Gilli, Garcia (Milesi), Altamirano, Britez, Cuello, Carrizo, Coria, Carballo (Garzo), Lucero, Paco Garcia.
Formación River Plate: Héctor Grisetti, Ricardo Vaghi, Luis A. Ferreyra (Eduardo Rodríguez), Norberto Yacono, Néstor Rossi (Guillermo Fain), Jose Ramos, Hugo Reyes, José Moreno, Alfredo Di Stefano, Roberto Coll (Joaquín Martínez), Félix Loustau (José Caamaño). Entrenador: Carlos Peucelle.
Arbitro: Vitaliano Gianbartolomei.
Fecha: 23/03/1947
Partido: Amistoso
Estadio: Monumental
River Plate: 3
Atlanta: 1
Goles: 3´,85´Roberto Coll y 81´ Félix Loustou 36'ST (RP)
Goles Atlanta: 24´ Donola.
Formaciones River: Héctor Grisetti (Amadeo Carrizo), Ricardo Vaghi (Santiago Kelly), Luis Ferreyra (Eduardo Rodríguez), Norberto Yácono, Néstor Rossi, José Ramos (Héctor Ferrari), Hugo Reyes, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Roberto Coll y Félix Loustou. Entrenador: José María Minella.
Formación Atlanta: Leopoldo Carletti (Tulic), Higinio Garcia, José María Bedia (Ángel Kausmann), Egidio Corvalán, Enrique Espinosa, Francisco Aguirre, H. Romero, Miguel Donola, Carmelo Yorlano (Eugenio Bassino), Juan Burgueño (Bernardo Gandulla) y Julio Rossell.
Árbitro: Leopoldo Amoroso
Recaudación: 5.730 pesos
Público: 10.000 espectadores.
Fecha: 30/03/1947
Partido: Amistoso
Cancha: Viejo Gasómetro de Boedo
River Plate: 2
Racing Club: 0
Goles River: 47´ Hugo Reyes y 61´ Alfredo Di Stéfano.
Formación River: Héctor Grisetti, Ricardo Vaghi (Santiago Kelly), Luis Rodríguez, Norberto Yácono (Osvaldo Méndez), Néstor Rossi, José Ramos (Héctor Ferrari), Hugo Reyes, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Roberto Coll y Félix Loustou. Entrenador: José María Minella.
Formación Racing Club: Ricardo, Yebra, Filgueiras, Luengo, Ongaro, Gutierrez, Caserio, Gallo, Bravo, Aguirre y Sued.
Árbitro: Valentín Rey
Recaudación: 32.778 pesos
Público: 55.000 espectadores.
*FUENTE: Diario La Prensa, 31 de marzo de 1947 (Título: "En encuentro amistoso River Plate derrotó a Racing 2-0").
Nota: Partido preeliminar de 3ra. División: River Plate 2-Racing Club 1.
*FUENTE: Diario La Prensa, 24 de marzo de 1947 (Título: "River Plate 3 - Atlanta 1").
En el mes de abril viaja a la ciudad de Bahía Blanca donde juega dos partidos amistosos:
Fecha: 05/04/1947
Partido: Amistoso
Cancha: Bahía Blanca (Olimpo).
Combinado de Bahía Blanca: 0
River Plate: 6
Goles River: 10´,41´ Alfredo Di Stéfano, 35´,72´ José Manuel Moreno, 73´ Rubi Orlando Cerioni y 79´ Miguel Juan Sazzini
Formación Combinado de Bahía Blanca: Picchio, Lucchetti, Romano, Texeira (Huerta), León, Hernández, Supaggiari, Galucci (Villar), Perin, S. López (Bourras), Severini.
Formación River: Héctor Grisetti, Norberto Yacono, Ricardo Vaghi (Santiago Kelly), José Ramos (Héctor Ferrari), Eduardo Rodríguez, José Manuel Moreno, Néstor Rossi (Manuel Giudice), Roberto Coll (Miguel Zazzani), Hugo Reyes (Juan Carlos Muñoz), Alfredo Di Stefano (Rubi Cerioni) y Jose Brigido Caamaño. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Isidro Rivero.
Fecha: 06/04/1947
Partido: Amistoso
Cancha: Bahía Blanca (Olimpo).
Combinado de Bahía Blanca: 3
River Plate: 4
Goles CBB: 10´,47´ Morbiducci y 50´ León.
Goles River: 9´,19´ Roberto Coll, 29´ Alfredo Di Stéfano, 60´ José Manuel Moreno.
Formación Combinado de Bahía Blanca: Alzueta, Lucchetti, Romano, Hernández (Huerta), Berto (León), Inserta (Davico), Greppi, Galucci (Libone), Stodola (Libone), Morbiducci (Stdola), Vulcano.
Formación River: Héctor Grisetti, Norberto Yacono, Ricardo Vaghi, José Ramos (Héctor Ferrari), Eduardo Rodríguez, José Manuel Moreno, Néstor Rossi (Manuel Giudice), Roberto Coll, Juan Carlos Muñoz (Hugo Reyes), Alfredo Di Stefano y Jose Brigido Caamaño. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Eduardo Forte.
En el mes de julio viaja a la región de Cuyo para jugar dos amistosos.
09/07/1947
Partido: Amistoso
Cancha: Independiente Rivadavia (Mendoza)
Combinado Mendocino: 1
River Plate: 2
Goles Combinado Mendocino: 82´ Buquete.
Goles River Plate: 83´ A. Labruna, 87´ F. Loustau (p)
Formación Combinado Mendocino: Wainter, Obando, Frigolet, Garin, Manucci, Fiamant, Boquete, Cerimelli, Pérez, López, Domenica.
Formación River Plate: Héctor Grisetti, Ricardo Vaghi, Alfredo Benseñor (Luis A. Ferreyra), Norberto Yacono, Néstor Rossi, José Ramos, Hugo Reyes, Jose Moreno, Alfredo Di Stefano, Ángel Labruna, Félix Loustau. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Roberto Fuster.
Fecha: 14/07/1947
Partido: Amistoso.
Cancha: San Juan (P de Mayo)
Liga Sanjuanina: 0
River Plate: 3
Goles River: 1´ José Manuel Moreno, Ángel Labruna (tiro libre) y Félix Loustau.
Formación Combinado Sanjuanino: Malaissi, Moural, Solera, Vargas, Duarte, Leal, Poggi (Pacheco), Suero, González, Campos (Romeo), Rimilo.
Formación River: Héctor Grisetti, Ricardo Vaghi (Alfredo Benseñor), Luis A. Ferreyra, Norberto Yacono, Néstor Rossi (Juan Alberto Stefanoni), José Ramos (Héctor Ferari), Hugo Reyes (Juan Carlos Muñoz), José Manuel Moreno, Alfredo Di Stefano (Joaquín Martínez), Ángel Labruna (Francisco Rodríguez) y Félix Loustau. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Roberto Fuster.
Finalmente en el mes de diciembre se va a Montevideo para disputar la Copa Tres Ciudades, estrenado el titulo de la Copa Ricardo Aldao, donde participan Nacional y Peñarol de aquel país, además de los clubes rosarinos Newell´s Old Boys y Rosario central, además de Boca Juniors:
Fecha: 11/12/1947
Partido: Amistoso (Copa tres ciudades).
Cancha: Montevideo (Centenario).
Newell´ Old Boys: 1
River Plate: 2
Goles Newell´ Old Boys: 39´ Medina.
Goles River: 72´ Jorge Caamaño y 89´ Ángel Labruna (p).
Formación Newell´ Old Boys: Chamorro, Cabrera, Lacroix, Lombardo, Martinez, Arnaldo, Giosa, Rinaldi, Medina, Bermudez, Moyano.
Formación River: Héctor Grisetti, Santiago Kelly, Eduardo Rodríguez, Osvaldo Méndez, Juan Alberto Stefanoni, José Ramos, Francisco Rodríguez (Jose Brígido Caamaño), Antonio Báez, Joaquín Martínez, Ángel Labruna, Juan Carlos Muñoz. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Cativa Tolosa (Uruguay)
Fecha: 15/12/1947
Partido: Amistoso (Copa tres ciudades).
Cancha: Montevideo (Centenario).
Nacional (Uruguay): 1
River Plate: 3
Goles Nacional (Uruguay): 78´ Abreu.
Goles River: 43´ Ángel Labruna, 56´ Joaquin Martinez, 67´ Roberto Coll.
Formación Nacional (Uruguay): Peñalva, Raul Pini, Villar, Santamaria, Rodolfo Pini, Cruz, Castro, Walter Gomez, A. Gomez, Walter (Abreu), Orlandi.
Formación River: Héctor Grisetti, Ricardo Vaghi, Eduardo Rodríguez, Osvaldo Méndez, Alfredo Di Stefano, José Ramos, Juan Carlos Muñoz, Antonio Báez, Joaquín Martínez (Roberto Coll), Ángel Labruna, Jose Brigido Caamaño. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Valentin Rey.
Fecha: 17/12/1947
Partido: Amistoso (Copa tres ciudades).
Cancha: Montevideo (Centenario).
River Plate: 0
Rosario Central: 2
Goles RC: Antonio Zamaro y Cesar Santos.
Formación Rosario Central: Quatrocchi; Mansilla, Soria; D Sosa, Ramírez, Fogel (Altomonte); Pérez, Santos (Funes), Zamaro (Mur), Hohberg (L Bravo) y Vilariño. Entrenador: Gerardo Rivas.
Formación River: Héctor Grisetti (Amadeo Carrizo), Osvaldo Méndez, Ricardo Vaghi, Eduardo Rodríguez, José Ramos (Héctor Ferrari), Antonio Báez (Roberto Coll), Juan Alberto Stefanoni, Angel Labruna, Hugo Reyes, Joaquín Martínez (Antonio Baez) y Jose Brigido Caamaño. Entrenador: José María Minella.
Juez: Romagli (uruguay).
Fecha: 21/12/1947
Partido: Amistoso (Copa tres ciudades).
Cancha: Montevideo (Centenario).
Peñarol (Uruguay): 2
River Plate: 7
Goles Peñarol: 1' Oscar Chirimini, 78' José María Ortiz.
Goles River: 23´ Antonio Báez, 28´, 58´, 73´ Ángel Labruna, 31´, 74´ Joaquín Martínez y 73´ Roberto Coll.
Formación Peñarol (Uruguay): Pereyra Nattero (Roque Maspoli), Sposito (Tejera), Possamai, J. C. Gonzalez, Varela, Prais, Ortiz, Chirimini (De Cicco), Licidio Baptista Da Sulva (Chirimini)(Schiaffino), Vidal.
Formación River: Amadeo Carrizo, Ricardo Vaghi, Eduardo Rodríguez, Osvaldo Méndez, Juan Alberto Stefanoni (Higinio Vazquez), José Ramos (Héctor Ferrari), Juan Carlos Muñoz, Antonio Báez (Roberto Coll), Joaquín Martínez (Antonio Baez), Ángel Labruna y Jose Brigido Caamaño. Entrenador: José María Minella.
Arbitro: Valentin Rey.
Revista River-la banda tocando a pleno. |
Nota de época: “Socorro, socorro/ se viene la saeta/con su propulsión a chorro”. Canto de la hinchada de River dedicado a Alfredo Di Stefano en 1947.
Alfredo Di Stéfano
Nació el 4 de julio de 1926 en el barrio de Barracas, en la ciudad de Buenos Aires, la capital de la Argentina, en el seno de una familia de origen italiano por parte de su padre; su madre, Eulalia Laulhé Gilmont, era de ascendencia francesa e irlandesa. Su abuelo paterno fue el primer Di Stefano que llegó a Argentina procedente de la isla napolitana de Capri.
Disputó su primer encuentro jugando para River Plate el 15 de julio de 1945 frente a Huracán. Fue el único partido en el que intervino en ese torneo, en el cual su equipo terminaría coronándose campeón.
Al año siguiente, fue cedido al Huracán, club que ya se había percatado de su inmenso potencial. Allí disputó 25 partidos y anotó 10 goles. En 1947, dada la fortuna que se pidió por su pase definitivo (la cual los dirigentes de Huracán no abonaron, por la inminente huelga donde todos los jugadores podrían quedar con el pase en su poder, lo que terminó sucediendo el año siguiente) vuelve a River. Ese año consigue el campeonato y se consagra goleador del torneo con 27 tantos en casi 30 partidos. Fue también en ese año cuando integró la Selección Argentina que ganó la Copa América en Guayaquil, jugando 6 partidos y convirtiendo 6 goles.
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Maravillosos relato de Alejandro Apo de una carta de estupor Corcuera a Angel labruna del año 1947. Imperdible.
Estimado señor Labruna:
Por intermedio de la presente me dirijo a usted, antes que nada deseando que al recibo de esta carta se encuentren habitados de buena salud usted, la familia de usted y las amistades de usted.
Antes de expresarle el motivo de estas líneas quiero presentarme: soy maestro de escuela, es decir, honrado pero pobre. Tengo 35 años de edad, no soy casado, no tengo hijos, en realidad vivo solo en una casita de piedra que está apoyada sobre la espalda de mi escuelita. Por esas vueltas que tiene la vida nací en Santa Cruz, en un pueblito que se llama Los Antiguos, cerca del volcán Hudson; nací bien al sur pero desde hace diez años vivo bien al norte, mucho más arriba de San Salvador de Jujuy, pasando el Trópico de Capricornio, entre la quebrada de Humahuaca y el río Miraflores. Fácil de llegar si algún día se le ofrece la ocasión.
Señor Labruna, yo sé que usted es una persona que no tendrá tiempo para cartas demasiado largas, pero le ruego que me tenga paciencia. El sitio donde vivo no figura en el mapa. No hay pueblo alrededor de mi escuelita. Los niños vienen de casas dispersas que están a media hora, a una hora, a dos. Yo soy el maestro de los seis grados y cuando el tiempo permite que vengan todos son veintinueve los niños que aquí se juntan. Más que nada les enseño a leer y escribir y después les enseño a comprender lo que leen. Sabiendo esto, algún día podrán ser libres no sólo cuando cantan el himno y sabrán que ser pobres no es todo lo que se puede ser.
Señor Labruna, no vaya a tomar a mal lo que ahora paso a contarle: yo soy hincha de Boca, lo soy desde que tengo uso de razón y uso de pasión. Pero eso no me impide tener por usted mi más alta estima y admiración. Yo sé que usted es de River y jugará en River hasta el último minuto del último partido de su vida —quiera Dios que sea bien pasados los cuarenta años de su edad—. Pero debo confesarle que soy un convencido que usted tiene todas las características de un jugador típicamente boquense. Usted no arruga jamás, usted es capaz de dar vuelta un resultado en los últimos cinco minutos del partido, usted no le tiene miedo a nada. A usted, señor Labruna, los insultos de la hinchada contraria lo hacen jugar mejor. Hace un año y dos meses, acercándose al alambrado donde estaba la vibrante hinchada bostera de mi Boca, usted, desafiante, simulando mal olor, se apretó la nariz con el índice y el pulgar. El coraje que tuvo para hacer eso en la mismísima cancha de Boca demuestra lo que le digo: usted es un típico jugador de Boca. Pero Dios tiene sus planes y designios y estableció, para siempre, que usted fuera para siempre jugador de River.
Señor Labruna: se preguntará usted cómo hago, tan fuera del mundo como estoy, para estar tan enterado del fútbol y de sus hazañas. Le cuento: todos los domingos, si el tiempo así lo permite, para escuchar los partidos bajo a caballo hasta San Salvador de Jujuy. Allí me espera un amigo que tiene una preciosa radio y una preciosa hermana. Usted no se imagina la felicidad que significa escuchar al maestro Fioravanti, es como ver los partidos. Ciertamente vale la pena cabalgar dos horas de ida y dos horas y media de vuelta.
Por esta vez, señor Labruna, no quiero quitarle más tiempo. Que esta primera carta sirva para testimoniarle mi grande admiración.
Reciba mi apretón de manos. Quiero decirle que si usted me contesta le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Su seguro admirador,
Estupor Corcuera
Esta fue la primera carta de Estupor Corcuera a Ángel Labruna. Sucedía en la Argentina y en el mundo el mes de octubre de 1947. Después de esa carta, Corcuera, cada semana le escribió a Labruna. Siempre se las enviaba a la cancha de River, seguro de que las recibiría. En cada una le contaba cosas menudas referidas a sus alumnos, a la escuelita de piedra, a algún temporal de nieve, a cierto caballo que se mancó, a lo difícil que es aprender a leer cuando no se está bien comido y bien abrigado. Todas las cartas Estupor Corcuera las cerraba con la misma frase: Quiero decirle, señor Labruna, que si usted me contesta, le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Labruna no contestaba. Y no por desgano; no le salía. Generalmente las leía una hora antes de los partidos. En 1951, cuatro años después de la primera, Labruna un domingo se encontró con que no había carta. En los dos domingos siguientes tampoco hubo. Lo que Labruna experimentó no se lo alcanzaba a explicar con palabras: sintió un vago malestar, sintió que realmente le faltaba algo. Y se dijo: soy un chambón, ¿cómo es posible que me haya pasado cuatro años sin contestarle a este hombre? Creyó que nunca más recibiría otra carta de aquel maestro desde el remoto norte, Jujuy adentro, pasando el Trópico de Capricornio, entre la quebrada de Humahuaca y el río Miraflores. Labruna no lo supo explicar a los demás pero estaba ganado por la tristeza. Pero el domingo siguiente se encontró con las cartas atrasadas, y la que correspondía a ese domingo. Corcuera le pedía disculpas, le decía que una especie de pulmonía le había impedido salir de su casita en el medio de la montaña. Pero ya estaba bien. Al final le reiteraba el saludo y la frase de siempre: Quiero decirle, señor Labruna, que si usted me contesta, le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Como a los cinco años desde la primera carta un día Labruna decidió contestarle a Estupor Corcuera. Compró un block, sobres, y empezó por fin a responder. Después de la primera, de la segunda, a lo sumo de la tercera línea, se atascaba. Estrujaba la hoja y arrancaba con otra. Finalmente tiró al diablo el block y los sobres. Dijo esto no es para mí, escribiendo no hay caso conmigo, no entro al área ni por puta. Allí fue que Labruna se juró ir un día a la casita escuela donde vivía Estupor, allá, en la bella desolación, al norte del paraíso.
Y el día llegó después de una noche estrellada. Era lunes y diciembre. El cielo estaba azul, sin nubes, inobjetable. Labruna cabalgó con un paisano que conocía de memoria aquellas eternidades. La última parte del cerro era una especie de cuesta y tuvo que hacerla solo y de a pie. Un trayecto de unos veinte minutos agravado por el paquetón que traía. Siguió una senda hecha por la costumbre. El paisano, para alentarlo en ese último tramo, le había dicho con cierto alarde literario:
—Aquí lo estaré esperando no bien pasen tres horas desde este minuto. Vea, amigo, vaya sin apuro, porque aquí el aire es mañoso. Siga por donde la senda de las piedras suaves se lo van diciendo. Abro comillas: El camino lleva al sol en los hombros. El camino no acaba de llegar. Cierro comillas. Hasta más luego.
Labruna hizo caso: empezó a subir la cuesta sin apuro. Notó enseguida que el aire le resultaba poco. Miró hacia atrás: el paisano ya se había borrado del paisaje. Allá, adelante, la escuelita de piedras estaba cerca pero demasiado lejos. Necesitó morder el aire; sí, porque le resultaba poco. Y ahí comprendió eso de que el camino no acaba de llegar. Sintió miedo, casi una ráfaga de terror. No quiso mirar hacia atrás de nuevo. Mirando nada más que las piedras suaves siguió avanzando. El ruido del silencio le golpeaba las sienes. No daba ya más. Sintió que se derrumbaba.
—¡Señor Labruna! ¡yo sabía que usted un día iba a venir por aquí!
Estupor Corcuera se adelantó y le dio un abrazo. Con el largo abrazo lo sostuvo. Labruna fue encontrando el aire y las palabras:
—Mucho gusto, Corcuera… encantado de conocerlo.
Estupor lo hizo pasar a la cálida penumbra de la casa que era escuela. Partió enseguida una cebolla al medio y le dijo que se la comiera. Labruna hizo caso. La cebolla lo resucitó. Terminó de encontrarse con el aire y empezó conversar de todo un poco con Corcuera. Lo primero que hizo fue entregarle el paquetón con algunos obsequios: cuadernos, cajas de colores, dos bolsitas con harina y una baraja.
Como a la media hora los dos maestros estaban jugando al truco.
Después comieron un locro de aroma emocionante que ya estaba en trámite desde la mañana. Brindaron con vino clarete.
Y se les pasó el rato tan rápido como se pasa la vida.
Cuando llegó el momento de bajar la cuesta, Estupor Corcuera le indicó a Labruna que lo siguiera. El maestro caminaba adelante, llevando bajo el brazo una de las dos pequeñas bolsas de harina con que fue obsequiado. Antes de iniciar el recorrido Labruna vio con extrañeza que Estupor le hacía varios agujeritos a la bolsa. Y ahora la bolsa iba dejando un reguero, un sendero de harina. Alarmado le avisó a Corcuera.
—No se preocupe, señor Labruna. Eso sí: usted vaya pisando por el caminito que va dejando la harina. Por favor le pido.
Labruna sin preguntar hizo caso: caminó por encima de la harina.
Al llegar al final de la cuesta se encontraron con el paisano que, puntual, ya estaba esperando. Labruna se animó a preguntarle a Corcuera algo que venía rumiando desde que llegó:
—Dígame, Estupor: ¿por qué en todas sus cartas dijo que me iba a dar suerte?
—Señor Labruna, ¿qué otra cosa le puede dar un pobre?
Se abrazaron fuerte, rápido. Ni a Corcuera ni a Labruna les quiso salir una sola palabra más. Sabían que se habían visto por primera vez, y por última vez.
Ya al galope, Labruna se dio vuelta y alcanzó a ver cómo el maestro estaba subiendo la cuesta. Iba poniendo y demorando sus pies, uno a uno, exactamente sobre las pisadas que recién él dejó marcadas, sobre la harina.
Maravillosos relato de Alejandro Apo de una carta de estupor Corcuera a Angel labruna del año 1947. Imperdible.
Estimado señor Labruna:
Por intermedio de la presente me dirijo a usted, antes que nada deseando que al recibo de esta carta se encuentren habitados de buena salud usted, la familia de usted y las amistades de usted.
Antes de expresarle el motivo de estas líneas quiero presentarme: soy maestro de escuela, es decir, honrado pero pobre. Tengo 35 años de edad, no soy casado, no tengo hijos, en realidad vivo solo en una casita de piedra que está apoyada sobre la espalda de mi escuelita. Por esas vueltas que tiene la vida nací en Santa Cruz, en un pueblito que se llama Los Antiguos, cerca del volcán Hudson; nací bien al sur pero desde hace diez años vivo bien al norte, mucho más arriba de San Salvador de Jujuy, pasando el Trópico de Capricornio, entre la quebrada de Humahuaca y el río Miraflores. Fácil de llegar si algún día se le ofrece la ocasión.
Señor Labruna, yo sé que usted es una persona que no tendrá tiempo para cartas demasiado largas, pero le ruego que me tenga paciencia. El sitio donde vivo no figura en el mapa. No hay pueblo alrededor de mi escuelita. Los niños vienen de casas dispersas que están a media hora, a una hora, a dos. Yo soy el maestro de los seis grados y cuando el tiempo permite que vengan todos son veintinueve los niños que aquí se juntan. Más que nada les enseño a leer y escribir y después les enseño a comprender lo que leen. Sabiendo esto, algún día podrán ser libres no sólo cuando cantan el himno y sabrán que ser pobres no es todo lo que se puede ser.
Señor Labruna, no vaya a tomar a mal lo que ahora paso a contarle: yo soy hincha de Boca, lo soy desde que tengo uso de razón y uso de pasión. Pero eso no me impide tener por usted mi más alta estima y admiración. Yo sé que usted es de River y jugará en River hasta el último minuto del último partido de su vida —quiera Dios que sea bien pasados los cuarenta años de su edad—. Pero debo confesarle que soy un convencido que usted tiene todas las características de un jugador típicamente boquense. Usted no arruga jamás, usted es capaz de dar vuelta un resultado en los últimos cinco minutos del partido, usted no le tiene miedo a nada. A usted, señor Labruna, los insultos de la hinchada contraria lo hacen jugar mejor. Hace un año y dos meses, acercándose al alambrado donde estaba la vibrante hinchada bostera de mi Boca, usted, desafiante, simulando mal olor, se apretó la nariz con el índice y el pulgar. El coraje que tuvo para hacer eso en la mismísima cancha de Boca demuestra lo que le digo: usted es un típico jugador de Boca. Pero Dios tiene sus planes y designios y estableció, para siempre, que usted fuera para siempre jugador de River.
Señor Labruna: se preguntará usted cómo hago, tan fuera del mundo como estoy, para estar tan enterado del fútbol y de sus hazañas. Le cuento: todos los domingos, si el tiempo así lo permite, para escuchar los partidos bajo a caballo hasta San Salvador de Jujuy. Allí me espera un amigo que tiene una preciosa radio y una preciosa hermana. Usted no se imagina la felicidad que significa escuchar al maestro Fioravanti, es como ver los partidos. Ciertamente vale la pena cabalgar dos horas de ida y dos horas y media de vuelta.
Por esta vez, señor Labruna, no quiero quitarle más tiempo. Que esta primera carta sirva para testimoniarle mi grande admiración.
Reciba mi apretón de manos. Quiero decirle que si usted me contesta le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Su seguro admirador,
Estupor Corcuera
Esta fue la primera carta de Estupor Corcuera a Ángel Labruna. Sucedía en la Argentina y en el mundo el mes de octubre de 1947. Después de esa carta, Corcuera, cada semana le escribió a Labruna. Siempre se las enviaba a la cancha de River, seguro de que las recibiría. En cada una le contaba cosas menudas referidas a sus alumnos, a la escuelita de piedra, a algún temporal de nieve, a cierto caballo que se mancó, a lo difícil que es aprender a leer cuando no se está bien comido y bien abrigado. Todas las cartas Estupor Corcuera las cerraba con la misma frase: Quiero decirle, señor Labruna, que si usted me contesta, le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Labruna no contestaba. Y no por desgano; no le salía. Generalmente las leía una hora antes de los partidos. En 1951, cuatro años después de la primera, Labruna un domingo se encontró con que no había carta. En los dos domingos siguientes tampoco hubo. Lo que Labruna experimentó no se lo alcanzaba a explicar con palabras: sintió un vago malestar, sintió que realmente le faltaba algo. Y se dijo: soy un chambón, ¿cómo es posible que me haya pasado cuatro años sin contestarle a este hombre? Creyó que nunca más recibiría otra carta de aquel maestro desde el remoto norte, Jujuy adentro, pasando el Trópico de Capricornio, entre la quebrada de Humahuaca y el río Miraflores. Labruna no lo supo explicar a los demás pero estaba ganado por la tristeza. Pero el domingo siguiente se encontró con las cartas atrasadas, y la que correspondía a ese domingo. Corcuera le pedía disculpas, le decía que una especie de pulmonía le había impedido salir de su casita en el medio de la montaña. Pero ya estaba bien. Al final le reiteraba el saludo y la frase de siempre: Quiero decirle, señor Labruna, que si usted me contesta, le daré suerte, aunque usted no la necesita.
Como a los cinco años desde la primera carta un día Labruna decidió contestarle a Estupor Corcuera. Compró un block, sobres, y empezó por fin a responder. Después de la primera, de la segunda, a lo sumo de la tercera línea, se atascaba. Estrujaba la hoja y arrancaba con otra. Finalmente tiró al diablo el block y los sobres. Dijo esto no es para mí, escribiendo no hay caso conmigo, no entro al área ni por puta. Allí fue que Labruna se juró ir un día a la casita escuela donde vivía Estupor, allá, en la bella desolación, al norte del paraíso.
Y el día llegó después de una noche estrellada. Era lunes y diciembre. El cielo estaba azul, sin nubes, inobjetable. Labruna cabalgó con un paisano que conocía de memoria aquellas eternidades. La última parte del cerro era una especie de cuesta y tuvo que hacerla solo y de a pie. Un trayecto de unos veinte minutos agravado por el paquetón que traía. Siguió una senda hecha por la costumbre. El paisano, para alentarlo en ese último tramo, le había dicho con cierto alarde literario:
—Aquí lo estaré esperando no bien pasen tres horas desde este minuto. Vea, amigo, vaya sin apuro, porque aquí el aire es mañoso. Siga por donde la senda de las piedras suaves se lo van diciendo. Abro comillas: El camino lleva al sol en los hombros. El camino no acaba de llegar. Cierro comillas. Hasta más luego.
Labruna hizo caso: empezó a subir la cuesta sin apuro. Notó enseguida que el aire le resultaba poco. Miró hacia atrás: el paisano ya se había borrado del paisaje. Allá, adelante, la escuelita de piedras estaba cerca pero demasiado lejos. Necesitó morder el aire; sí, porque le resultaba poco. Y ahí comprendió eso de que el camino no acaba de llegar. Sintió miedo, casi una ráfaga de terror. No quiso mirar hacia atrás de nuevo. Mirando nada más que las piedras suaves siguió avanzando. El ruido del silencio le golpeaba las sienes. No daba ya más. Sintió que se derrumbaba.
—¡Señor Labruna! ¡yo sabía que usted un día iba a venir por aquí!
Estupor Corcuera se adelantó y le dio un abrazo. Con el largo abrazo lo sostuvo. Labruna fue encontrando el aire y las palabras:
—Mucho gusto, Corcuera… encantado de conocerlo.
Estupor lo hizo pasar a la cálida penumbra de la casa que era escuela. Partió enseguida una cebolla al medio y le dijo que se la comiera. Labruna hizo caso. La cebolla lo resucitó. Terminó de encontrarse con el aire y empezó conversar de todo un poco con Corcuera. Lo primero que hizo fue entregarle el paquetón con algunos obsequios: cuadernos, cajas de colores, dos bolsitas con harina y una baraja.
Como a la media hora los dos maestros estaban jugando al truco.
Después comieron un locro de aroma emocionante que ya estaba en trámite desde la mañana. Brindaron con vino clarete.
Y se les pasó el rato tan rápido como se pasa la vida.
Cuando llegó el momento de bajar la cuesta, Estupor Corcuera le indicó a Labruna que lo siguiera. El maestro caminaba adelante, llevando bajo el brazo una de las dos pequeñas bolsas de harina con que fue obsequiado. Antes de iniciar el recorrido Labruna vio con extrañeza que Estupor le hacía varios agujeritos a la bolsa. Y ahora la bolsa iba dejando un reguero, un sendero de harina. Alarmado le avisó a Corcuera.
—No se preocupe, señor Labruna. Eso sí: usted vaya pisando por el caminito que va dejando la harina. Por favor le pido.
Labruna sin preguntar hizo caso: caminó por encima de la harina.
Al llegar al final de la cuesta se encontraron con el paisano que, puntual, ya estaba esperando. Labruna se animó a preguntarle a Corcuera algo que venía rumiando desde que llegó:
—Dígame, Estupor: ¿por qué en todas sus cartas dijo que me iba a dar suerte?
—Señor Labruna, ¿qué otra cosa le puede dar un pobre?
Se abrazaron fuerte, rápido. Ni a Corcuera ni a Labruna les quiso salir una sola palabra más. Sabían que se habían visto por primera vez, y por última vez.
Ya al galope, Labruna se dio vuelta y alcanzó a ver cómo el maestro estaba subiendo la cuesta. Iba poniendo y demorando sus pies, uno a uno, exactamente sobre las pisadas que recién él dejó marcadas, sobre la harina.
Hola, tengo información de el partido contra la liga de Mendoza, escribime y te envío las formaciones y los goleadores.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Ya lo complete.
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